Innovación y desarrollo productivo en la era post COVID-19
El inicio de la vacunación en muchos países es un signo alentador de que la pandemia podrá ser superada. Sin embargo, los efectos del COVID-19 nos seguirán acompañando por un buen tiempo. Y si bien estamos todos ansiosos por cerrar este capítulo, es importante reflexionar sobre el nuevo paisaje que nos dejó el 2020 así como entender bien los retos que tenemos por delante para poder superar esta crisis de la manera más rápida, efectiva y sustentable.
Lecciones de innovación y desarrollo productivo frente al COVID-19
Con el inesperado surgimiento y la vertiginosa expansión de la pandemia, quedó claramente confirmado que es crucial disponer de capacidades estratégicas locales. La velocidad y la efectividad de las respuestas ante la emergencia presentaron claras diferencias de acuerdo con el nivel de las capacidades científico-tecnológicas de cada país y con el nivel de desarrollo de sus ecosistemas de emprendimiento e innovación. Un aspecto interesante para destacar es la rapidez con que investigadores y emprendedores provenientes de diversas áreas de trabajo debieron enfocarse en los retos planteados por la urgencia sanitaria. El desarrollo de tests rápidos de detección del COVID-19, o el diseño y fabricación de ventiladores fueron algunos de los ejemplos destacables en la región. Una vez más se demuestra que disponer de talento es un activo enorme para los países.
La experiencia también mostró la relevancia del tejido institucional de cada país. En este sentido, las agencias de promoción de innovación y emprendimiento reaccionaron rápidamente, generando convocatorias y llamados para canalizar recursos hacia las áreas de necesidad definidas por la autoridad sanitaria. Más aún, estas entidades jugaron un rol crucial en la articulación de las demandas y las ofertas disponibles, al ayudar a identificar con precisión cuáles eran las necesidades más urgentes generadas a raíz de la pandemia y comunicarlas a los actores del ecosistema. Los países que disponen de un ecosistema de emprendimiento e innovación fuerte han podido movilizar las capacidades y talentos de sus ecosistemas para desarrollar respuestas rápidas a la crisis generada por la pandemia.
En un marco de fuerte restricción fiscal será un gran desafío para los países de América Latina y el Caribe invertir recursos para continuar desarrollando o incluso mantener estos ecosistemas. Más aún, si la ciencia, la innovación y en general el fomento al desarrollo productivo no han estado dentro de las prioridades continentales en años previos, ¿por qué habrían de estarlo ahora?
Sin embargo, contrariamente a lo que esperaríamos, ya varios gobiernos se han aproximado al Banco Interamericano de Desarrollo (BID) para solicitar apoyo técnico y financiero en estas áreas. Las razones que explican esta renovada demanda tienen que ver con el entendimiento de la naturaleza de los retos que plantea la recuperación de la actividad económica y el empleo en un contexto muy distinto al de antes de la pandemia.
Retos para el desarrollo productivo en la post-pandemia
El primer y más evidente reto es la transformación digital acelerada. Este es un proceso que ya venía en curso, pero que adquirió inusitada rapidez en el último año. Pero no es un proceso uniforme y el riesgo de acentuar las desigualdades ya prevalecientes es alto. No todas las empresas están preparadas para transitar hacia la transformación digital, lo cual es particularmente cierto para el caso de las MIPYMES. Este es un proceso que va mucho más allá de la adquisición de equipamiento y paquetes tecnológicos, que requiere asistencia técnica y apoyo experto para modificar los modelos de negocios.
También se ha hecho evidente que existe una dramática escasez de talento digital en la región. Ello presenta la urgente necesidad de establecer programas masivos de asistencia técnica y de formación acelerada de personal con competencias digitales, para ayudar a las empresas de América Latina a enfrentar el nuevo contexto económico-social creado por la pandemia.
Por otra parte, no todos los empleos perdidos se recuperarán en las firmas previamente existentes, pues muchas de ellas no se han adaptado a la nueva forma en que está funcionando la economía. Mientras más rápido se constituyan y progresen los emprendimientos que las van a sustituir, más rápido se recuperará el empleo. Este nuevo contexto genera destrucción, pero también abre oportunidades. Muchos países de la región tienen establecidos programas de apoyo a la innovación y al emprendimiento que han probado ser exitosos. No sostenerlos en este momento sería un error crucial, pues el impulso a emprendimientos con alto potencial de crecimiento será más relevante que nunca en los próximos años para lograr aumentar el empleo.
Cabe subrayar, que hablamos aquí de programas que buscan apoyar emprendimientos con potencial de crecimiento, es decir con un alto grado de selectividad. Los estudios disponibles muestran que ese tipo de programas pueden tener impactos positivos y significativos cuando están bien diseñados e implementados. No ocurre lo mismo con los programas masivos de fomento al emprendimiento que no usan mecanismos rigurosos de selección, en los cuales una y otra vez se comprueba que son un desperdicio de recursos públicos.
Finalmente, un tercer desafío que se avizora para la región es generar las condiciones para hacer realidad las oportunidades de atraer inversiones en virtud de la reconfiguración que está produciéndose en las cadenas globales de valor. Existe una abrumadora evidencia de que las firmas no relocalizan actividades de alto valor agregado si los lugares de destino no cuentan con una adecuada oferta de personal calificado y con posibilidades de desarrollar innovaciones. En consecuencia, los países de la región que quieran aprovechar las oportunidades abiertas por lo que se ha dado en llamar “nearshoring” tendrán que invertir en formar talento y en fortalecer las capacidades locales de I+D y de innovación.
La pandemia del COVID-19 ha acelerado ciertas tendencias de desarrollo, como la digitalización, y puesto en evidencia la necesidad urgente de nuestra región en fortalecer las capacidades estratégicas científico-tecnológicas para responder a un mundo en constante evolución, donde cambios inesperados son la regla y no la excepción.