El potencial del comercio intrarregional para la seguridad alimentaria de América Latina y el Caribe
La reunión anual de las Asambleas de Gobernadores del BID constituye un momento privilegiado para reflexionar sobre los desafíos estratégicos de la región y la agenda para contribuir a abordarlos. El presidente Ilan Goldfajn inauguró la reunión de este año destacando que América Latina y el Caribe (ALC) podría estar en un punto de inflexión: “Se presenta una gran oportunidad para que la región se convierta en parte de la solución a los desafíos globales compartidos”. El caso de la seguridad alimentaria es emblemático.
Un punto de inflexión
En 2022, un estimado de 735 millones de personas sufrieron el hambre en el mundo, lo que representa un aumento de 122 millones en comparación con 2019, antes de la pandemia y la invasión de Rusia a Ucrania. Ese mismo año, el 42% de la población mundial (3.100 millones) no pudo permitirse una dieta saludable, mientras que el 30% (2.400 millones) experimentó una situación de inseguridad alimentaria grave o moderada.
Es imperativa una significativa inflexión en estas tendencias para cumplir una de las metas de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de alcanzar el hambre cero para el año 2030. ALC es evidentemente parte de la solución. La región es la mayor exportadora neta de alimentos del mundo y, gracias al comercio internacional, contribuye más que cualquier otra a la disponibilidad global de comida.
Sin embargo, la idea de que ALC es el granero del mundo presenta una paradoja. La región es el principal proveedor global de granos, oleaginosas, bananas, café y azúcar. Además, desempeña un papel insustituible en la producción de otros cultivos, como frutas y verduras, esenciales para una dieta balanceada y saludable. No obstante, la inseguridad alimentaria sigue afligiendo de promedio al 37 % de su población, lo que equivale a casi 250 millones de personas.
Desde la década de los 2000, el peso de las exportaciones agrícolas de la región ha aumentado significativamente, pasando del 15 al 25% del total. El agro emplea en promedio el 15% de la fuerza laboral, y en algunos casos hasta alrededor del 30%. El sector representa en promedio el 6% del PIB, y en algunos países este porcentaje puede llegar hasta el 15%. Considerando los encadenamientos productivos, es decir, la producción de bienes y servicios indirectamente relacionados con el agro, estas cifras pueden incluso duplicarse.
En la medida en que contribuye a los ingresos de los hogares, especialmente de los más pobres localizados en las zonas rurales, la agricultura de ALC se convierte en un pilar indispensable, no solo para la seguridad alimentaria del mundo, sino también para aquella de la misma región.
El potencial del comercio intrarregional
La reconciliación de esta paradoja es el objetivo de una serie de estudios patrocinados conjuntamente por la FAO y el BID. La observación inicial central es que los países de ALC importan de sus vecinos el 40% de sus compras externas de agroalimentos. Además, a diferencia de los envíos al resto del mundo, que suelen centrarse en productos primarios, el comercio intrarregional está más orientado hacia alimentos elaborados, lo que tiende a generar un mayor valor agregado, empleos, ingresos y efectos de derrame positivos para el desarrollo económico.
Por lo tanto, la expansión del comercio intrarregional de agroalimentos se convierte en una condición necesaria, aunque no suficiente, para la seguridad alimentaria de ALC. Permitiría reducir los costos de los alimentos al aprovechar el potencial de la geografía y la integración regional. Podría también crear empleos, aumentar los ingresos y dinamizar la competitividad en los mercados extrarregionales.
Considerando la región en su conjunto, se han identificado 67 productos con potencial de expansión comercial intrarregional. Este potencial surge de la presencia simultanea de la complementariedad entre la estructura de las exportaciones de un país y la de las importaciones de los socios, así como de la relevancia del producto en la pauta de exportación del país de origen, y de la existencia de espacio para aumentar la cuota de mercado en el país de destino.
El intercambio actual entre países de ALC de estos productos asciende a US$21.600 millones, mientras que el mercado potencial de aquellos con las mejores perspectivas de crecimiento se estima en US$24.700 millones. Esto representa el 8,5% de las exportaciones agroalimentarias totales de ALC, el 21% de sus importaciones y el 57% del comercio intrarregional. Son cifras que sin duda merecen atención y no pueden pasar desapercibidas.
Entre las mayores oportunidades en términos del tamaño de los mercados potenciales, sobresalen los cereales, los residuos alimenticios, las carnes, las grasas y aceites, las preparaciones alimenticias, las oleaginosas, las bebidas y los lácteos. Estos son precisamente algunos de los alimentos fundamentales que componen una dieta asequible y saludable.
Los resultados por países revelan que el mayor potencial correspondería a posibles importaciones de México desde los países del Mercosur, así como a algunas relaciones bilaterales entre países sudamericanos. Además, se observa un potencial significativo en los envíos de algunos productos de México hacia Chile y Colombia.
Foco en los países más expuestos
Sin embargo, evaluar los resultados exclusivamente a la luz del tamaño del mercado potencial subestima su relevancia para las economías más pequeñas y vulnerables a los riesgos de seguridad alimentaria. Por este motivo, un estudio específico ha profundizado en el análisis del comercio entre los países centroamericanos y caribeños.
Se identificaron 80 productos con mayores posibilidades de expansión y un mercado potencial de US$2.800 millones. La mayoría (64% del total) corresponde a alimentos procesados, como preparaciones a base de aceites vegetales, embutidos, atún en conserva, azúcar, pastas, productos a bases de cereales, jugo de piña, salsas y sazonadores, así como alimentos para animales. Mientras tanto, entre los productos primarios (36%) sobresalen la carne de bovino, los lácteos, el tomate, la coliflor y el brócoli, los frijoles y otros vegetales, el banano y el café.
Guatemala, Costa Rica y Honduras destacan por presentar la mayor cantidad de productos con potencial de expansión entre los países de Centroamérica. Entre los países del Caribe sobresalen Jamaica, Barbados, y Trinidad y Tobago.
Una agenda para generar impacto
Una característica particularmente relevante de estos estudios es que no se limitaron al análisis económico. Por medio de entrevistas con actores públicos y privados, se identificaron los obstáculos percibidos como más restrictivos y las acciones prioritarias para generar impacto en el terreno.
Sin pretender ser exhaustivos, algunas de las iniciativas más prometedoras se relacionan con:
- La negociación de acuerdos comerciales preferenciales entre países de la región para compensar las condiciones de acceso a los mercados más favorables que aprovechan los competidores externos.
- Superar los obstáculos estructurales y regulatorios con inversiones orientadas a mejorar la infraestructura de transporte, la compatibilidad de los sistemas de calidad y las redes de conectividad logística.
- El acercamiento entre autoridades sanitarias y fitosanitarias como paso previo a la negociación de esquemas de convergencia regulatoria, inclusive de manera pragmática en productos específicos con comprobado potencial de expansión comercial.
- La adopción o el desarrollo de las ventanillas únicas de comercio exterior y otras medidas de facilitación comercial para agilizar los trámites de exportación e importación.
- El fortalecimiento institucional de las agencias de promoción de exportaciones y atracción de inversiones para reducir las limitaciones en el acceso a la información sobre mercados externos, así como su estrecha coordinación con los servicios de extensión agrícola.
- La promoción de diálogos y alianzas público-privado para identificar cursos de acción efectivos en ámbitos donde se requiere el protagonismo del sector privado.
El BID está comprometido con el apoyo a la implementación de una agenda de expansión del comercio para alimentar al mundo. Los avances en cualquiera de los ámbitos mencionados en esta nota contribuirán también a potenciar los flujos intrarregionales de productos agrícolas. Un mercado regional más integrado permitiría tener un impacto significativo en la seguridad alimentaria de la región, entendida como aquella que garantiza la disponibilidad, el acceso, la utilización y la frecuencia de los alimentos.
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Referencias en Links
BID (2024). Gobernadores aprueban tres cambios históricos y transformadores del Grupo BID para apoyar a la región, Comunicado de prensa, 10 de marzo.
FAO y BID (2024a). Oportunidades para promover el comercio agroalimentario intrarregional en América Latina y el Caribe. FAO y BID.
FAO y BID (2024b). Oportunidades y desafíos del comercio agroalimentario entre los países del Sistema de la Integración Centroamericana y la Comunidad del Caribe. FAO y BID.
FAO, FIDA, OMS, PMA y UNICEF (2023). El estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo 2023. Urbanización, transformación de los sistemas agroalimentarios y dietas saludables a lo largo del continuo rural-urbano. FAO.
Giordano, P., R. Campos y K. Michalczewsky (2023). Qué sigue: reforzar la competitividad ante las demandas de seguridad alimentaria y cambio climático. Monitor de Comercio e Integración. BID.
Granados, J. y F. Opertti (2023). Comercio para alimentar el mundo, una agenda estratégica para América Latina y el Caribe. Blog Más allá de las fronteras. BID.
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