Acciones para promover un desarrollo seguro y resiliente en Centroamérica y el caribe
El beneficio promedio de invertir en infraestructuras resilientes en países de ingreso bajo y medio es de USD 4 por cada USD 1 invertido. Por esto, al invertir en infraestructura en regiones altamente expuestas a amenazas naturales, como Centroamérica, es esencial determinar si esta puede continuar su vida útil luego de un desastre , es decir, si es una inversión resiliente. Es más, cada dólar invertido en infraestructuras más resilientes genera beneficios en el 96% de los miles de escenarios que se pueden utilizar para analizar posibles tendencias socioeconómicas y climáticas. La crisis actual de la COVID-19 (coronavirus) ha aumentado los desafíos de la región centroamericana y ha reforzado la noción que la resiliencia de las inversiones públicas y privadas será un atributo esencial para un proceso seguro de reconstrucción.
En Centroamérica, que tiene la segunda tasa de urbanización más rápida del mundo y ocupa el segundo lugar en vulnerabilidad ante desastres, las inversiones en infraestructura deben incorporar un análisis del riesgo de desastres y posibles escenarios de cambio climático. Asimismo, la geografía de la región, influenciada por múltiples amenazas naturales, supone un desafío permanente para el diseño y la dotación de nueva infraestructura y de provisión de servicios. El desarrollo seguro y sostenible no solo permitirá potenciar actividades productivas y de alto valor agregado, sino que también contribuirá a cerrar brechas de inequidad y pobreza.
Un paso más hacia el desarrollo seguro de Centroamérica
Si la región reduce la vulnerabilidad de la infraestructura existente, evitará generar un drenaje constante de las finanzas públicas . En este sentido, dos temas fundamentales relacionados al impacto de los desastres se dan, por un lado, con la infraestructura que no alcanza su vida útil y, por el otro, con el deterioro constante en la calidad de la provisión de los servicios.
A mediano y largo plazo, el blindaje de futuras inversiones implica revisar en forma crítica la planificación de la inversión pública y privada, además del mejoramiento de las plataformas de información. Ya no sirven las recetas y las guías genéricas para las necesidades actuales de los sistemas de inversión pública de la región, por lo que se proponen cinco acciones para mejorar las capacidades regionales y promover la inversión pública resiliente:
- Promover inversiones resilientes en el contexto del fortalecimiento de los sistemas nacionales de inversión pública. Existen oportunidades para innovar en materia de protección financiera de las carteras existentes de infraestructura, así como para el financiamiento de lo que se construirá antes de 2030. Los mecanismos de pre-inversión ofrecen mucho espacio para incluir un análisis del riesgo más robusto, lo que no solo contribuye a que los proyectos duren más, sino que cuesten menos.
- Convertir las crisis detonadas por desastres en ocasiones para fortalecer los portafolios existentes. La reconstrucción luego de un desastre permite reducir el riesgo de desastres e incrementar la capacidad adaptativa de sectores críticos, bajo una óptica de reconstruir mejor teniendo en cuenta los efectos adversos del cambio climático.
- Desarrollar mecanismos de blindaje fiscal y presupuestario de los proyectos de inversión. De esta manera, futuras inversiones en infraestructura pública no se construirán en condiciones de riesgo. Similarmente, se pueden aprovechar las diversas opciones que el mercado ofrece para que los países del área logren transferir parte de su riesgo catastrófico y reducir su vulnerabilidad fiscal.
- Fomentar las alianzas público-privadas (APP) a través de condiciones a nivel regional. Esto propiciaría las condiciones para atraer inversión en infraestructura y mecanismos de financiamiento global, como el Fondo Verde para el Clima, que son medios para reducir la brecha en inversiones resilientes.
- Identificar proyectos disruptivos de impacto regional. El potencial de la ubicación de la región espera apuestas de inversión innovadoras que contribuyan a llenar vacíos de dotación de servicios y oferta de empleo en territorios altamente rezagados. La historia ha demostrado cómo los procesos de inversión son motores de desarrollo e innovación que mantienen sus beneficios y retornos a mediano plazo; estos niveles de inversión tienen décadas de no desarrollarse en Centroamérica.