CAF: América Latina y el Caribe en busca de pymes más competitivas
Las pymes representan el 90% de las empresas de América Latina, generan más de la mitad de los empleos y una cuarta parte del PIB.
Son un elemento crucial para desarrollo económico de la región. Sus oportunidades de crecimiento se multiplican anualmente de forma exponencial, de la misma manera que lo hacen los retos que deben afrontar para subsistir, que pueden resumirse en cómo integrarse en el comercio regional, renovarse, innovar o mejorar la calidad de los empleos que generan.
Las pymes latinoamericanas tienen una amplia presencia en todos los sectores productivos -desde el comercio y la industria hasta los servicios, la salud o los sistemas financieros-, y una importante influencia en la creación de tejido social. De hecho, se calcula que cerca del 60% de latinoamericanos trabajan en empresas de cinco o menos empleados.
Paradójicamente, a pesar de su importancia y trascendencia, la situación que atraviesan no da pie a celebraciones. Son muchos los desafíos que afloran desde diferentes ámbitos, pero los más apremiantes tienen que ver con la baja productividad, competitividad y eficiencia y, a nivel estructural, con una demasiado alta informalidad laboral y fiscal.
El problema con las pymes de América Latina, coinciden los expertos, no tiene tanto que ver con el número de empresas, sino con su escaso crecimiento y con la baja calidad del empleo que generan. Si bien la creación de empresas es elevada en comparación a Asia, por ejemplo, las compañías que sobreviven suelen crecer a un ritmo menor que sus pares en las regiones más avanzadas. Esta situación, que se explica esencialmente por la falta de innovación, limita las posibilidades expansivas del entramado de las pymes de la región y, con ello, ralentiza el crecimiento de los países.
“Los países latinoamericanos deberían propiciar un contexto económico e institucional que fomente la innovación y ayude a fortalecer el capital humano, al tiempo que alienta la competencia y el aumento de la productividad. Cuando existe una sana competencia, las empresas tienden a explorar nuevos mercados de exportación, hecho que contribuye tanto a su mayor profesionalización y crecimiento como a su internacionalización”, explica Manuel Malaret, director corporativo de sectores productivos y financieros de CAF.
Las pequeñas empresas, según el experto, han estado en el centro de las políticas públicas que apostaban por paliar la escasez de crecimiento empresarial, hecho que ha propiciado programas gubernamentales para respaldar a las pymes. El acceso a estos programas ha estado generalmente supeditado al número de empleados.
Emprendimiento e innovación
Prácticamente un tercio de los trabajadores latinoamericanos son autónomos o pequeños empleadores, como se explica en el Reporte de Economía y Desarrollo 2019. Pocos de estos emprendedores llegan alguna vez a contratar un trabajador; la mayoría siguen siendo muy pequeños incluso tras décadas de operación.
“En general, el grado de innovación de los emprendedores de América Latina es más bajo que el de otras regiones como Asia, Europa o Norteamérica. Esto hace que el crecimiento empresarial latinoamericano sea más lento y, en consecuencia, no genere tantos empleos de calidad”, afirma Malaret.
Paralelamente, en promedio, las empresas latinoamericanas invierten en I+D sustancialmente menos que las de países de ingresos altos, y la mayor parte de esta inversión corre a cuenta del sector público.
Pero la falta de innovación en América Latina no solo implica a las pymes. De hecho, las multinacionales latinoamericanas también registran déficits de innovación en relación a las multinacionales extranjeras. Esta situación evidencia que en la mayoría de los casos, las empresas salen al exterior para vender el mismo producto, y no tanto para conectarse a las cadenas de valor.
La informalidad es también un elemento que limita el afianzamiento de este tipo de empresas en América Latina. Según los expertos, para que la formalización sea atractiva es necesario facilitarles y disminuir los costos de los procesos burocráticos y, al mismo tiempo, crear incentivos, como podrían ser simplificar los trámites, reducir las tasas impositivas, crear más programas de apoyo a su desarrollo y financiamiento, o programas de compras del estado dirigidas a la pyme.
Estas medidas deberían contribuir a que las pymes de la región se conviertan en una fuente de creación de empleo y en un motor económico de las economías nacionales. Y esto, dado el actual clima de desaceleración que vive América Latina, amerita esfuerzos por parte de todos los actores involucrados, desde las propias pymes hasta los gobiernos.