Minería como solución a algunos problemas del agua

En los debates sobre la gestión del agua, la minería se asocia generalmente con los problemas y rara vez con las soluciones. Esto no debería sorprender a nadie dado que la minería muchas veces compite con otras actividades económicas y culturales por el uso del agua, y puede poner en riesgo – cuando no se realiza de forma responsable – la calidad de los recursos hídricos.

Pero, frente al duro imperativo de reducir la pobreza y la desigualdad, me hago una simple pregunta, que esquiva el debate sobre si es conveniente promover o detener la minería: ¿es posible aprovechar a la minería que ya existe, y la que pueda desarrollarse en el futuro, para resolver algunos de los problemas relacionados con la gestión del agua en América Latina y el Caribe?

El acceso al agua de buena calidad y en cantidades suficientes es clave para el desarrollo económico inclusivo y sostenido. Y los países de la región han logrado importantes avances en este frente. Por supuesto, todavía queda mucho por hacer para garantizar el acceso seguro y sostenido de todos a este valioso recurso. La cobertura universal en zonas urbanas y rurales requiere proveer acceso y servicios a más de 110 millones de personas adicionales. Vamos a necesitar seguir desarrollando nueva infraestructura de gestión hídrica y servicios de calidad.

Al mismo tiempo, América Latina y el Caribe está dotada de enormes reservas de hidrocarburos y minerales. Es una de las principales productoras de recursos naturales clave para la economía global, como el petróleo, el cobre y el hierro. La minería y la producción de hidrocarburos representan casi 5% del PIB regional y son una de las principales fuentes de divisas de los países productores. Descontando a México, las industrias extractivas dan cuenta de más de la mitad de las exportaciones de la región. El sector atrae casi un cuarto del total de inversión extranjera directa y es una fuente importante de actividad económica para muchas comunidades.

Debido a su importancia, es esperable que, al menos en el mediano plazo, la región siga utilizando sus recursos naturales no-renovables para sostener el crecimiento económico. Esto empero de la resistencia de muchas comunidades al desarrollo de la actividad por los riegos que perciben conlleva en el medio ambiente.

Paradójicamente, la preocupación por los impactos de la actividad ha sido un importante motor para la innovación tecnológica por parte de la industria. El temor a perder ingresos debido a los impactos socioambientales de la actividad (percibidos y reales) ha sido un incentivo fuerte para que la industria sea un poco más transparente respecto de sus procesos operativos y para operar con mayor responsabilidad.

Se están implementando muy interesantes experimentos en operaciones mineras de gran escala que exploran métodos de uso del agua en circuito cerrado y hasta de proyectos de minería sin relaves. Asimismo, en operaciones de pequeña escala, ya se han identificado tecnologías económicamente competitivas para la producción sin químicos nocivos. Tal vez lo más importante, más allá de estas experiencias puntuales, es que se siguen acumulando buenos ejemplos de colaboración público-privada para la identificación y resolución de desafíos de gestión hídrica a partir del sector minero.

En el caso particular de la gestión del agua, existen iniciativas esperanzadoras para que la minería sea efectivamente parte de la solución, y no sólo fuente de problemas, y que demuestran que la minería puede ser – y es – un motor para la innovación tecnológica. Ya existen experiencias exitosas de desarrollo de infraestructura hídrica de uso compartido, es decir para la minería y para la gente, a partir de inversiones en la actividad extractiva. En el norte de Chile, por ejemplo, se han construido plantas desalinizadoras y acueductos que permiten usar el agua de mar en minería y reducir el estrés hídrico en las zonas donde operan las minas. Estas obras han permitido también mejorar el acceso al agua en esas regiones. En el sur de Perú, la gran minería ha financiado importantes obras para el tratamiento de aguas, el desarrollo de la irrigación y mejoras en la productividad agrícola.

La importancia económica del sector en América Latina y el Caribe indica que, al menos en el mediano plazo, la región seguirá utilizando sus recursos naturales para sostener el crecimiento económico, lo cual hace palpable la necesidad de encontrar formas de aprovechar mejor estas riquezas naturales, con la mirada puesta en el largo plazo.

Por ende, más allá del debate de si debemos o no promover la minería y de cara al imperativo de reducir la pobreza y la desigualdad de la región, debemos asegurarnos de integrar el sector extractivo en la agenda regional de conservación y uso sostenible de nuestros recursos hídricos.