ARTICULO: Putin, ¿criminal de guerra? Cuatro claves para entender las implicaciones legales de la guerra en Ucrania
Por: Geovanny Vicente Romero
geovannyvicente21@gmail.com
Geovanny Vicente-Romero es abogado, politólogo y estratega político con experiencia como asesor de Políticas Públicas, Gobernanza y Comunicación Gubernamental. Es profesor asociado de Comunicación Estratégica (ERM) de Columbia University, de Nueva York. Es director de Comunicaciones del Instituto Interamericano de Justicia y Sostenibilidad (IIJS), en Washington. Entre sus estudios cuenta con maestría en Comunicación Política y Gobernanza en la Universidad George Washington y trabaja en su doctorado en Ciencia Política y Administración Pública de la Universidad de Murcia, España. Es fundador del Centro de Políticas Públicas, Desarrollo y Liderazgo RD (CPDL-RD).
(CNN Español) — En una entrevista reciente me preguntaban sobre las implicaciones que tendrá para Rusia la investigación que anunció el fiscal de la Corte Penal Internacional (CPI) a raíz de la invasión a Ucrania. Necesariamente tuve que remontarme a lo que la historia reciente nos ha enseñado antes de expresar que, aparte del mensaje simbólico de rechazo de la comunidad internacional, creo que las implicaciones no afectarán mucho a Putin, solo a la imagen de su país.
Estas son las cuatro razones que sustentan mi posición:
- Rusia no es firmante del Estatuto de Roma de la CPI; Ucrania tampoco, pero sí ha solicitado su inclusión, por lo cual acepta la jurisdicción de este organismo internacional. Aún así, será clave la protección de las pruebas para que Rusia pueda enfrentar cargos con base razonable y defenderse en un debido proceso. En una eventual condena, nada pasará si las autoridades nacionales no colaboran en su ejecución y desconocen la jurisdicción de algo de lo que no son parte. Entonces dependerá de cuán fuerte es la separación de poderes en Rusia. Es un caso complicado.
- Vladimir Putin nos ha mostrado que no se rige por las reglas del contexto global actual. Juega el ajedrez geopolítico de forma diferente, hace lo impensable y si no pasa nada, entonces vuelve y lo hace unos años después. Ya lo vimos en Chechenia (1999, un conflicto que heredó y arreció Putin) y luego en Crimea (2014). Hubo condena global, pero nada pasó: si le quitan un pedazo a Ucrania, ¿por qué no el pastel completo?
- El Kremlin no parece prestar mucha atención a las formas y sus consecuencias, sino al fin. La Guerra Fría le enseñó a sobrevivir en aislamiento ideológico, acostumbrado a las sanciones y a hacer trampas como política institucionalizada. Los atajos parecen ser el camino preferido del Estado ruso. La regla es que Moscú niegue implicación en todo lo que se le señale: ahí están los escándalos y acusaciones de supuestos envenenamientos, hackeos, interferencias en elecciones extranjeras y hasta el dopaje en las olimpiadas (y de todos modos logran participar bajo otro nombre, Comité Olímpico Ruso).
- En las conversaciones con Ucrania, desde mi óptica, puedo ver que Rusia hará lo que suele hacer: oponerse a Occidente, plantear propuestas difíciles de aceptar para luego justificar la continuación de sus acciones. Trato de recordar y no me viene a la mente un momento en el que Rusia se haya disculpado por alguna.
Recientemente, en un establecimiento del barrio de Dupont, en la ciudad de Washington, me encontré con Gregorio J. Igartúa, puertorriqueño, experto en Derecho Internacional y Comparado y quien, entre otras cosas, se ha destacado por presentar ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) el derecho de los puertorriqueños a votar por el presidente de EE.UU. La idea fue reunirnos para analizar el discurso del estado de la Unión del presidente Joe Biden y ver cómo impactaría en la guerra de Ucrania. Aproveché su experiencia para preguntarle a Igartúa sobre el papel de la CPI y su respuesta fue inequívoca: “No va a tener un efecto desde el punto de vista clásico criminal porque Rusia es un país demasiado poderoso, será difícil procesar a Putin y aún obtener las evidencias necesarias. Esto es una oportunidad para que el caso sirva de base para otras acciones concertadas por organismos internacionales después de que tienes a un país tan fuerte como Rusia que ha sido procesado y condenado. Será un precedente interesante”.
Por otro lado, me atrevería a afirmar que Putin representa el ejemplo más intenso de aquel animal político que describe Aristóteles. Putin no parece concebirse a sí mismo fuera de su relación con el Estado en categoría de ciudadano.
Desde mi punto de vista, el señor Putin es un erudito de la ciencia del poder y lo ha demostrado en genio y figura, pues se podría inferir que es el único líder que lleva 20 años en el poder sin que muchos le llamen dictador. ¿Cómo lo ha logrado? Esta es la pregunta que nos hacemos, especialmente cuando solemos visualizar una dictadura en cualquier presidente que cambie la Constitución para reelegirse. Esto lo ha hecho Putin, cambió las reglas electorales mientras forjó una marca personal del “macho alfa de la política”. El año pasado, en mi columna para CNN, señalé lo siguiente: “No es raro ver a Vladimir Putin practicando “deportes rudos” como el judo y el hockey, conduciendo vehículos de Fórmula 1, cazando topless “a lo Rambo” o liberando algún tigre siberiano en su hábitat natural. Es el símbolo de héroe que quiere transmitir, no solo a los rusos, sino también a sus homólogos de la arena internacional”.
Esa figura fuerte y heroica que quiere transmitir quizás le ha facilitado tener un lugar en la mesa de las negociaciones globales, viajando por el mundo para participar en las cumbres presidenciales mientras que otros líderes polémicos como Nicolás Maduro, de Venezuela, o Daniel Ortega, de Nicaragua, ni se atreven a salir de sus países. Para mí, ese es el poder que da tener un botón nuclear. Es una muestra de que Putin ha sabido mover sus fichas en estos 20 años.
Históricamente, Rusia ha sido una nación con vocación imperial y es en ese contexto donde Putin mejor encaja, con su aparente anhelo de devolverle la gloria perdida y las luces a la Madre Rusia. Yo creo que mientras la marca de Putin se agota y toca fondo, emerge una nueva marca de resistencia: nace el fenómeno Volodymyr Zelensky.