Cuidado de personas: una oportunidad de crecimiento económico
Algunas personas presentan un miedo notable a envejecer. Ese miedo tiene nombre: gerascofobia. Otras incurren en actitudes discriminatorias contra los adultos mayores, una conducta llamada edadismo. La OMS asegura que la discriminación hacia personas mayores se encuentra muy extendida en todo el mundo. Resulta llamativo ese impulso por escapar de algo tan natural e inherente a la condición humana: el envejecimiento. Lo cierto es que esta tendencia demográfica presenta una oportunidad única de desarrollo económico en América Latina y el Caribe.
Con la edad aumenta la posibilidad de ser dependiente, es decir, de necesitar apoyo para realizar actividades diarias como comer o darse un baño. En América Latina y el Caribe, 8 millones de personas se encontraban en esta situación en 2015. En 2030 serán 27 millones de personas y sus familias las que impulsarán la demanda de servicios de cuidado, debiendo enfrentar cambios de rutina con cuidadores formales e informales, asistencia domiciliaria o en residencias de adultos mayores .
En los próximos años, la región se enfrentará al desafiante escenario del aumento de la demanda de servicios de atención, sumado a la reducción en su oferta, la cual se basa principalmente en el apoyo informal de las mujeres. Pero este desafío supone también una oportunidad de brindar servicios a las demandas de las personas mayores, impulsando a la vez el desarrollo económico y la generación de empleo.
Aquí presentamos los casos de Mario, Delia, y Nirley. Tres experiencias personales que nos muestran qué significa hoy en día vivir en la región y necesitar y brindar cuidados.
ADULTOS MAYORES QUE SE CUIDAN ENTRE SÍ
Mario vive en Costa Rica ycumplió 89 años en marzo. Es viudo. Tiene dos hijos, pero ambos fallecieron. Mario quiere, como la mayoría de las personas mayores, envejecer en su casa . Hacerlo implica mantener su autonomía, sus pertenencias, sus horarios y la comodidad de su hogar. Sus nietos y su nuera Norma, de 65 años, trabajan a tiempo completo y viven a 40 km de su casa. Cada domingo en la mesa familiar la misma duda se repite: ¿quién puede apoyar a Mario en su vida diaria?
Por su casa han pasado numerosos cuidadores, la mayoría informales. Las malas condiciones laborales hacen que la rotación sea alta. Y cada vez que un cuidador dice adiós, vuelve la difícil búsqueda de alguien que pueda apoyar a una persona con dependencia, respetando sus derechos y su autonomía.
La propia Norma, se pregunta qué pasará si algún día ella misma necesita asistencia. ¿Te has preguntado qué posibilidades hay de que tengas dependencia en el futuro? El equipo de Panorama de Envejecimiento y Atención a la Dependencia del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) desarrolló una calculadora para contestar esta pregunta. Ingresando ciertos datos básicos de salud puedes estimar la probabilidad de presentar dependencia en el futuro. Por ejemplo, considerando la edad de Norma, su peso, su estatura y condiciones de salud, la calculadora estima que tiene un 28% de posibilidades de necesitar apoyo. Algunas de las variables que influyen son su hipertensión, sus altos niveles de azúcar en sangre y el hecho de que sea fumadora.
El caso de Mario y Norma ilustra la necesidad de que los países avancen hacia sistemas que brinden apoyo a las personas con dependencia. Actualmente en Costa Rica, el BID mantiene una cooperación técnica con el país para el diseño de un sistema de atención a la dependencia, además de una serie de estudios sobre envejecimiento y servicios de cuidado para personas en situación de dependencia.
¿Quieres saber quién cuida de los adultos mayores en América Latina y el Caribe? Descúbrelo en este enlace.
CUANDO ALGUIEN NECESITA APOYO, LA VIDA DA UN GIRO DE 180 GRADOS
Delia tiene 55 años y hasta los 53 vivió en Montevideo, Uruguay, uno de los países donde las personas viven más años en América Latina y el Caribe. Sus padres, ambos mayores de 80 años, son parte del 24% de uruguayos de ese rango de edad que presenta dificultades para desarrollar tareas básicas de la vida diaria. Cuando se hizo evidente la necesidad de apoyo, Delia decidió mudarse con ellos a Tacuarembó para asistirlos. A partir de su mudanza, la vida de Delia tuvo un giro de 180 grados. De repente su rutina comenzó a girar exclusivamente en torno alimpiar, cocinar y asistir a sus padres a tiempo completo.
Delia no sólo añoraba un espacio de tiempo libre, sino que ella misma comenzó a tener problemas médicos. Su columna empezó a sufrir por las tareas incesantes. Pero tomarse dos horas para ir a un especialista resultaba imposible, porque no podía dejar a sus padres solos.
En 2015 Uruguay se convirtió en el primer país de la región en diseñar un Sistema Integral de Cuidados (SNIC) para hacer frente a las necesidades cambiantes de la población. Dentro de las prestaciones del sistema se encuentran subsidios para la contratación de asistentes personales y de teleasistencia, y el desarrollo de una nueva oferta de centros diurnos. Delia se vio beneficiada por el primero de estos servicios y pudo contar con la ayuda de dos asistentes personales que hicieron posible que pueda retomar algunas de sus actividades, y cuidar sus dolencias para prevenir que ella misma presente complicaciones en el futuro.
Como Delia, millones de mujeres en la región asumen tareas de cuidado de familiares, lo que pone en riesgo su autonomía y su situación financiera, ya que muchas veces deben dejar de trabajar o reducir las horas laborales.
¿Quieres saber por qué el envejecimiento tiene un importante componente de género? Puedes profundizar en estos datos haciendo click aquí.
ATENCIÓN A LA OPORTUNIDAD QUE PRESENTA LA ECONOMÍA PLATEADA
Nirleyempezó a trabajar como niñera cuando tenía 20 años. Para ella, el cuidado siempre fue algo muy natural, que se daba entre familiares, amigos y vecinos. Gracias a un programa del Sistema Integral de Cuidados, pudo formarse como cuidadora formal y dar valor a su trabajo. Según sus propias palabras , el curso de formación le ayudó a profesionalizar sus servicios y asegura que ahora puede contribuir más que antes: “el hecho de hacer un curso es para que uno le de valor a su trabajo, pero que ademásel trabajo sea reconocido como tal. Aprender siempre aporta”, dice.
La profesionalización de los servicios es una oportunidad para impulsar el empleo. En palabras de Marco Stampini, especialista de salud del BID y uno de los autores del libro Economía Plateada : “es fundamental que tanto los países cmo el sector privado entiendan que el desafío demográfico del envejecimiento de la población implica oportunidades de desarrollo económico y generación de oportunidades laborales y nuevos emprendimientos”. Agrega que, cuando las personas mayores gozan de buena salud, pueden ser más productivos, consumir más y contribuir a la economía de los países. Por ejemplo, según estimaciones del McKinsey Global Institute, hacia 2030 las personas mayores de 60 años impulsarán un 30% del crecimiento del consumo.
Si más personas como Nirley acceden a cursos de formación, se resuelven tres retos al mismo tiempo. Por un lado, se aumenta la oferta de cuidadores. En segundo lugar, se impulsa la generación de empleo de calidad. Y, en tercer lugar, se profesionaliza y valora un trabajo que cada día será más fundamental para la región.
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Los beneficios de contar con sistemas nacionales de atención a la dependencia son evidentes. Quienes necesitan apoyo se favorecen de un mercado que ofrece servicios de calidad mediante recursos humanos profesionalizados. Quienes brindan apoyo informal, en especial las mujeres, podrán beneficiarse de una distribución más justa de las tareas domésticas, pudiendo acceder al mercado laboral. En tanto, los trabajadores formales se benefician mediante la profesionalización del sector y el establecimiento de reglas claras. Entre todos estos beneficios, también hay una buena noticia para los gobiernos: el sistema se puede empezar de a poco e ir escalando hacia el tipo de cuidado que las personas merecen.