El papel de América Latina en la seguridad alimentaria global: Comercio, inversiones y transformaciones sostenibles 

El papel de América Latina en la seguridad alimentaria global: Comercio, inversiones y transformaciones sostenibles 

En un mundo en el que la abundancia de alimentos supera las necesidades calóricas de la población, resulta paradójico que persistan el hambre y la inseguridad alimentaria a gran escala. La provisión mundial de alimentos alcanza para aproximadamente 2980 kcal por persona por día, muy por encima de las 1830 kcal necesarias para evitar la desnutrición. 

Sin embargo, actualmente hay cerca de 735 millones de personas con hambre, que representan el 9,2 % de la población mundial, una proporción mayor que el 7,9 % registrado en 2019. Esto significa que hay 122 millones más de personas con hambre, mientras que las proyecciones prevén que, para 2030, la desnutrición crónica afectará a cerca de 600 millones de personas

A pesar de los avances recientes, la malnutrición sigue en aumento y afecta, principalmente, a las personas en situación de pobreza, a las mujeres y a los niños y niñas, en especial a quienes viven en zonas de conflicto, como Medio Oriente. El mundo se aparta peligrosamente de la senda para alcanzar el Objetivo de Desarrollo Sostenible 2 (artículo en inglés) —que persigue poner fin al hambre—, debido a la intensificación y la interacción de los conflictos, los fenómenos climáticos extremos y las desaceleraciones y recesiones económicas, que se combinan con precios cada vez más inalcanzables de los alimentos nutritivos y con una creciente desigualdad. 

El comercio internacional se ha vuelto cada vez más importante para la seguridad alimentaria 

El comercio internacional nunca había tenido un papel tan crucial para cerrar esta brecha. El crecimiento de 350 % del comercio mundial de agroalimentos registrado entre 2000 y 2021, cuando alcanzó un valor total de US$  1,7 billones, provocó un cambio en la dinámica de la seguridad alimentaria. Actualmente, en promedio, un cuarto de las calorías que se consumen en todo el mundo son importadas, y la distribución regional muestra grandes disparidades. 

A lo largo de las últimas cuatro décadas, el volumen de las calorías que cruzaron las fronteras se multiplicó por 4,2. Esta tendencia se refleja en que siete de cada diez economías del mundo son importadoras netas de alimentos, importan más de lo que exportan. Para poner estas cifras en perspectiva, según la FAO (informe en inglés), en las últimas dos décadas, la producción de cultivos primarios aumentó un 54 %, mientras que la de carne creció un 53 %, y la de leche, un 58 %. Por su parte, durante el mismo período, el crecimiento poblacional fue de 29 %. Estos datos ponen de relieve la importancia creciente del comercio de agroalimentos. En efecto, el intercambio comercial es un impulsor clave de la seguridad alimentaria en todas sus dimensiones: disponibilidad, acceso, utilización y estabilidad. 

El rol de vanguardia de América Latina 

En pocas palabras, puede decirse que el comercio favorece la demanda global de alimentos compatibilizando la oferta con la demanda, estimulando las inversiones y mejorando la resiliencia de los sistemas alimentarios. Al respecto, se estima que hay cuatro factores en juego: 

  • La dinámica demográfica: Es probable que el crecimiento vertiginoso de la población, su envejecimiento, las variaciones en los ingresos,las preferencias dietéticas, y la urbanización, hagan aumentar la demanda de ciertos tipos de alimentos como la carne y los productos lácteos. Esto intensifica la importancia del comercio para mejorar la disponibilidad de alimentos y el acceso a estos, con la consiguiente profundización de los déficits comerciales de los países que son importadores netos. 
  • La concentración de la producción: Son pocos los países que generan productos básicos agrícolas esenciales, lo cual da lugar al comercio de grandes volúmenes de productos alimenticios. A escala global, los tres principales productores dan cuenta del 65 % de la producción mundial de bienes agrícolas esenciales, por lo que el comercio internacional de agroalimentos sigue siendo fundamental para garantizar la seguridad alimentaria en el mundo, incluso en términos de alimentos elaborados
  • El impacto del cambio climático en el comercio: Se espera que la reducción de la producción mundial de alimentos provocada por los efectos adversos del cambio climático alcance el 8 %, con la consiguiente exacerbación de la inseguridad alimentaria global (informe en inglés). Los desastres naturales recurrentes, que se manifiestan en fenómenos extremos como inundaciones, tormentas, sequías, incendios forestales y brotes de plagas y enfermedades, también están causando grandes dificultades, plasmadas en una pérdida total de aproximadamente US$ 3,8 billones de la producción agrícola a lo largo de los últimos 30 años, y disrupciones como la sequía del canal de Panamá, que impide los flujos comerciales. 
  • Equilibrio de la red de comercio mundial: La red mundial del comercio de alimentos y productos agrícolas se está equilibrando a medida que los países forman clústeres para comerciar en función de su proximidad geográfica y sus acuerdos comerciales. De hecho, la cantidad de acuerdos comerciales regionales (ACR) vigentes creció de 25 en 1990 a más de 350 en 20221

En este contexto, la región de América Latina y el Caribe (ALC) puede desempeñar un papel fundamental como principal exportadora neta de alimentos del mundo. En definitiva, para luchar contra el hambre y la desnutrición global, el mundo necesita a la región dentro de la Alianza Global propuesta durante la presidencia brasileña  del G20. Nuestra región es un actor global clave en los mercados internacionales de alimentos. Da cuenta del 14 % del valor de la producción total de bienes agrícolas y pesqueros, y su participación en las exportaciones mundiales de agroalimentos es de alrededor del 18 %. Para 2031, la región liderará la provisión mundial de productos esenciales para satisfacer la demanda de alimentos, con importantes participaciones en las exportaciones globales de soja (61 %), azúcar (59 %), alimento para peces (45 %), maíz (43 %), carnes y aceites de pescado (40 %) y pollo (32 %), consolidando aún más su posición como actor clave de la cadena de valor global de los alimentos. 

Sin embargo, los desafíos persisten. En las últimas dos décadas, la participación de los agroalimentos en las exportaciones totales se incrementó del 15% al 25% y, actualmente, se exporta el 42% de lo que se produce. No obstante, puesto que la mayor parte de los países latinoamericanos han experimentado una pérdida de competitividad de sus exportaciones de agroalimentos durante la última década, la agenda política de la región debería asumir el desafío de fortalecer la integración internacional del sector agrícola. Resulta crucial abordar las barreras tradicionales al comercio (los aranceles y los contingentes arancelarios), así como las no tradicionales (las medidas como el mecanismo de ajuste en frontera por carbono y las que atañen a los productos libres de deforestación), junto con los desafíos medioambientales, como los que plantean las emisiones de gases de efecto invernadero y el uso sostenible del suelo. 

Asimismo, para materializar las nuevas oportunidades, se necesita lograr una transformación sostenible del sistema alimentario de ALC. De hecho, resulta imprescindible abordar los «costos ocultos que enfrenta la región». Estos costos incluyen los medioambientales que provocan las emisiones de gases de efecto invernadero, las emisiones de nitrógeno, las transiciones del uso de la tierra, la desforestación, las extracciones de agua, los costos sociales asociados con la desnutrición y la pobreza, y los costos que los patrones dietéticos  poco saludables le generan al sistema de salud. Estos costos ocultos producidos por los sistemas agroalimentarios ascienden a US$ 493.000 millones por año, una de las cifras más altas del mundo. El BID estima que la descarbonización de los sistemas agroalimentarios podría redundar en un beneficio neto de US$ 940.000 millones para las economías de la región, lo que resultaría en beneficios para la salud, el ahorro de los hogares y los servicios ecosistémicos. 

En síntesis, ALC tiene un papel fundamental en la lucha mundial contra la inseguridad alimentaria. De cualquier forma, sigue habiendo una necesidad imperiosa de renovar la agenda del comercio y las inversiones, afianzando una transformación sostenible y una cooperación público-privada más fuerte. Los sistemas alimentarios son intrínsecamente complejos y abarcan muchos componentes dinámicos (Gráfico 1), que implican múltiples transiciones, desde políticas de reorientación agrícola hasta el aprovechamiento de la participación del sector privado, la ampliación del financiamiento climático o la reducción de los residuos y las pérdidas de alimentos. 

A través del Sector de Integración y Comercio (INT), el BID promueve activamente los diálogos regionales de política entre partes interesadas de los sectores público y privado para establecer una agenda estratégica que atienda a los cuellos de botella más apremiantes en términos de comercio e inversiones, con el fin de fortalecer el papel que puede desempeñar ALC en el abordaje de estos desafíos cruciales para el desarrollo global. La experiencia demuestra que la integración, la coordinación, la coherencia y la progresividad serán principios esenciales para alcanzar resultados concretos, puesto que se necesitan medidas colectivas y una alianza global para poder avanzar significativamente en pos del desarrollo sostenible de la región. 

El papel de América Latina en la seguridad alimentaria global: Comercio, inversiones y transformaciones sostenibles 

*Imagen solo disponible en inglés.


1 La regionalización también ha despertado preocupaciones acerca de un posible aumento de la discriminación en el mercado global, que está llevando a la fragmentación del comercio mundial en bloques que compiten entre sí. Cabe destacar que las restricciones que pesan sobre los agroalimentos están en aumento, fomentadas por preocupaciones acerca de la soberanía alimentaria. Varios países del mundo han impuesto restricciones al comercio de alimentos y fertilizantes. Hasta febrero de 2024, 16 países habían implementado 23 prohibiciones a las exportaciones de alimentos, y 8 habían implementado 15 medidas que las limitaban (WB, 2024) (en inglés). Asimismo, el entorno actual de las políticas comerciales está caracterizado por un estancamiento de las negociaciones comerciales multilaterales que se llevan a cabo en el marco de la OMC, y esto ha dado lugar a la proliferación de acuerdos comerciales regionales (ACR). 

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