Está América Latina preparada para el Internet de las Cosas
El Internet de las Cosas (IoT, por sus siglas en inglés) está llamado a modificar las dinámicas sociales y comerciales tal como las conocemos. Es muy probable que cambie la forma en que nos relacionamos con el mundo, los patrones de consumo, las dinámicas de los negocios e incluso cómo tomamos decisiones.
El concepto de IoT está íntimamente relacionado con la interconexión digital de todo tipo de objetos y la transferencia instantánea de datos entre ellos, lo que permite tomar decisiones en tiempo real. Por ejemplo, máquinas de producción, lámparas, juguetes, televisores, mesas o cualquier otra herramienta o utensilio que pueda imaginarse estarán conectados a Internet y, de una u otra forma, podrán gestionarse remotamente, al igual que los datos que proporcionen.
Esta realidad ofrece un gran abanico de posibilidades -muchas de ellas todavía reservadas a la ciencia ficción-, pero también plantea grandes retos, especialmente para regiones en desarrollo como América Latina y el Caribe. De hecho, esta revolución tecnológica ya está amenazando con ensanchar las brechas socioeconómicas que existen con las economías avanzadas.
Para que el IoT pueda desplegarse eficiente y masivamente son necesarias infraestructuras modernas y digitales que permitan la interconexión de objetos y la operatividad de las nuevas realidades que esto posibilitará. Por ejemplo, para que los coches autónomos funcionen de manera segura será imprescindible contar con calles dotadas de sensores interconectados que bombeen información en tiempo real que permita la toma de decisiones seguras. También se necesitarán infraestructuras físicas y digitales adaptadas para que los drones puedan campar a sus anchas por los cielos sin no accidentarse, y así depositar los productos en el lugar indicado de forma eficiente. Por el momento, América Latina está lejos de este escenario.
La penetración del Internet de las Cosas requiere de infraestructuras sofisticadas en todos los sectores e industrias y, según los expertos, para materializarse deberá producirse una articulación eficiente entre el sector público y privado, al tiempo que se captan grandes inversiones, algo que no siempre sucede, especialmente en las regiones en desarrollo.
“Para que la región no quede rezagada ante el Internet de las cosas, deberemos realizar una transición en las direcciones para que nuevos equipos y objetos se conecten a internet, en lo que se conoce como IPv6. En paralelo, será importante que los profesionales latinoamericanos estén capacitados y cuenten con las habilidades necesarias”, dice Mauricio Agudelo, especialista en TIC de CAF.
Según el informe Despliegue de IPv6 para el desarrollo socio económico en América Latina y el Caribe, América Latina tiene un despliegue muy bajo de IPv6. Solo cuatro países presentan porcentajes de usuarios potencialmente habilitados para trabajar en IPv6 mayores al 1% (Bolivia, Brasil, Ecuador y Perú), lo que debería cambiar sustancialmente para asegurar el desarrollo de un Internet de calidad.
El desarrollo e implementación de esta tecnología interesa al sector privado. El IDC calcula que el Internet de las Cosas configurará un mercado de 7.100 millones de dólares y empleará a 36 millones de profesionales, y un estudio de Technavio asegura que entre 2017 y 2021 el mismo mercado creció a un ritmo del 32% anual.
El tamaño de este mercado contrasta con la escasa integración digital en América Latina y el Caribe. En este sentido, varias voces están promoviendo la creación de un Mercado Regional Digital para la región que permita el libre movimiento de bienes, servicios y capitales digitales, homogeneice leyes entre países, genere libre competencia y proteja al consumidor. Este mercado también está llamado a reducir las barreras digitales y a crear un área de mayor eficiencia económica donde las personas y los negocios pueden comercializar, innovar e interactuar de forma legal, segura y a bajo costo, lo cual generaría mayor competitividad en relación a las economías más avanzadas.
Según Agudelo, “avanzar en esta iniciativa supone superar los problemas relacionados con la infraestructura digital, las habilidades de las empresas y los individuos para participar en las transacciones en línea, las restricciones al acceso a internet y la disponibilidad a contenidos en línea. Estas fricciones traban el aprovechamiento de sinergias transfronterizas que se podrían alcanzar gracias a un marco institucional y normativo más uniforme”.