Invertir hoy en el desarrollo de la primera infancia para la productividad del mañana
La crisis desencadenada por la pandemia de COVID-19 ha afectado, principalmente, a los sectores económicos y de salud del mundo. Sin embargo, el cierre de escuelas desencadenará una crisis en el sector educativo que aumentará el riesgo de que los niños pequeños crezcan en condiciones que no son óptimas para promover un desarrollo saludable. La suspensión de las clases presenciales dificultará el aprendizaje y aumentará el riesgo de abandono escolar, especialmente de los estudiantes en los hogares más vulnerables, lo que aumentará la desigualdad.
Si bien estos momentos son de grandes desafíos, también presentan la oportunidad de repensar el futuro y hacer cambios que beneficien a las nuevas generaciones. Ampliar el acceso a un aprendizaje temprano y de calidad forjará adultos con más habilidades para un mercado laboral cada vez más desafiante.
¿Por qué son importantes los primeros años?
La vida y el futuro de los niños están marcados por el desarrollo del cerebro en los primeros años durante los que se determina la capacidad que tendrán el resto de su vida para crecer, aprender, preservar la salud e interactuar adecuadamente con otros. El aprendizaje y la estimulación en este tiempo es clave para ayudarlos a alcanzar su máximo potencial.
Según el Proyecto de Capital Humano del Banco Mundial, un niño nacido en México hoy será 61% tan productivo cuando crezca de lo que podría ser si tuviera educación completa y salud plena. Invertir en el desarrollo de los niños de corta edad es una oportunidad para abordar la desigualdad, mejorar sus resultados más adelante en la vida y para que sus países puedan ser más productivos y competir de forma más satisfactoria en una economía mundial que se transforma con rapidez.
¿Qué es el Desarrollo de la Primera Infancia?
El Desarrollo de la Primera Infancia (DPI) se refiere al crecimiento y desarrollo de un infante a partir del embarazo de una mujer hasta el ingreso del niño a la escuela primaria. El DPI debe abordarse como un tema multisectorial que involucra varios servicios: salud e higiene, nutrición, educación, alivio de la pobreza y protección social e infantil.
Por lo tanto, las acciones para impulsar este desarrollo incluyen servicios a las madres embarazadas y lactantes, así como a niños de corta edad y sus familias, y pueden llevarse a cabo en muchos entornos, como el hogar, un centro preescolar o guardería, un hospital o centro comunitario. La finalidad de estos servicios es abordar las necesidades de salud, nutricionales, socioemocionales, cognitivas y lingüísticas.
De acuerdo con el reporte “Panorama: invertir en la primera infancia para el crecimiento y la productividad”, las tres prioridades que tiene el DPI son:
- Reducir la desnutrición infantil
- Buen estado nutricional de las madres y las futuras madres
- Lactancia materna exclusiva y continuada
- Alimentación adecuada de los niños menores de cinco años, y suplemento con micronutrientes
- Inmunización y tratamiento de enfermedades infantiles
- Buenas prácticas de higiene
- Asegurarse de que los niños reciban estimulación y aprendizaje tempranos
- Interacción positiva y motivadora con los padres y cuidadores
- Oportunidades de aprendizaje apropiado para la edad y por medio de actividades lúdicas en programas preescolares de buena calidad
- Proteger a los que se encuentran en situación vulnerable
- Evitación y mitigación de factores estresantes en el hogar y en la comunidad (abandono, violencia, desplazamiento, crisis familiar)
- Relación emocional positiva con los padres y cuidadores
- Disciplina de apoyo
¿Cuáles son los beneficios?
El DPI es un componente fundamental de una buena educación y una de las inversiones más inteligentes que un país puede hacer por su futuro. En una economía cada vez más digital cobran importancia las capacidades de razonamiento, de aprendizaje continuado, y de colaboración y comunicación efectivas, porque son las que permiten a trabajadores y ciudadanos adaptarse rápidamente a nuevas oportunidades.
Las inversiones en los primeros años ofrecen una forma rentable de producir una fuerza laboral bien capacitada y capaz, y conducen a mejores resultados para aquellos en mayor desventaja. Los datos disponibles revelan que los programas preescolares de alta calidad dirigidos a grupos en situación vulnerable pueden llegar a tener una tasa de rentabilidad de entre el 7% y 16% anual.
A través del acceso universal, se puede lograr un alto rendimiento a bajo costo, llegar a toda la población elegible y, al mismo tiempo, promover la equidad. Los niños que escapan al retraso en el crecimiento permanecen más tiempo en la escuela, generan ingresos entre 5% y 50% más altos cuando son adultos y tienen 33% más de probabilidades de salir de la pobreza.
Los beneficios también se vinculan con una serie de impactos positivos en la educación y en la salud, como la reducción en las tasas de repetición y deserción, el aumento en la retención escolar y el desarrollo de habilidades socioemocionales y de vida, así como una mayor productividad entre los adultos.
Una buena educación es un derecho humano básico y es la piedra angular del éxito individual y del crecimiento y la prosperidad de los países. Fomenta el empleo, incrementa los ingresos de las personas, mejora su salud y reduce la pobreza. A nivel social, la educación de calidad impulsa el crecimiento económico de largo plazo, estimula la innovación, fortalece las instituciones y promueve la cohesión social.
El futuro de los países dependerá de las capacidades que desarrollen los niños que hoy están en sus primeros años y en la escuela. Las decisiones que se tomen en estos momentos afectarán la productividad de los países mañana. Establecer las bases para el continuo crecimiento y aprendizaje de los niños ayudará a alcanzar la promesa de un futuro mejor.