La inversión en la economía rural mejora los flujos migratorios
En un mundo caracterizado por las grandes diferencias de ingresos entre los países, el aumento de la inseguridad alimentaria (i) y la proliferación de conflictos, muchos consideran que la migración internacional es el camino hacia una vida mejor. Como era de esperar, en los países de destino también están aumentando las inquietudes acerca de la afluencia indebida de migrantes, especialmente los económicos, lo que alimenta los sentimientos y las políticas antimigratorios.
Asimismo, se está imponiendo el discurso paradójico de que el desarrollo y, por extensión, la asistencia para el desarrollo incrementarían (en lugar de reducir) las presiones migratorias, al menos en un principio, y que el efecto de la ayuda en dichas presiones ha sido, en el mejor de los casos, limitado (i).
Sin embargo, otras evidencias, que han pasado mayormente inadvertidas, también muestran que los resultados dependen en gran medida del proceso de desarrollo y de los sectores respaldados. El desarrollo rural, por ejemplo, resulta más eficaz para reducir los flujos migratorios internacionales. El apoyo al sistema alimentario también es sumamente necesario para abordar la crisis de seguridad alimentaria a nivel mundial.
Se sugiere que invertir en empleos para los jóvenes de las zonas rurales puede marcar una diferencia muy necesaria, a corto y largo plazo, en todo el mundo, y que también deberían ampliarse las vías legales para una migración ordenada y acorde a las necesidades con miras a lograr un resultado que sea beneficioso para todos.
La paradoja de la migración y el desarrollo
Dado que la elevada desigualdad entre países es una de las principales causas de los movimientos migratorios, todo lleva a pensar que para reducir la migración es necesario invertir en la creación de empleos de calidad en los países pobres. Esto es, al menos, lo que piensan los votantes (i), que en los países y regiones con mayor cantidad de migrantes se muestran más dispuestos a respaldar la ayuda extranjera.
No obstante, cuando hay desarrollo, las aspiraciones también cambian, los niveles de educación mejoran y las limitaciones financieras se vuelven menos gravosas, lo que hace que la migración resulte aún más atractiva y viable. En este sentido, se ha constatado que el desarrollo económico en los países de ingreso bajo suele contribuir a que aumente la emigración, y que esta solo disminuye cuando se supera un producto interno bruto per cápita de USD 10 000 en función de la paridad del poder adquisitivo (i). En estos estudios se sostiene además que la capacidad de la asistencia orientada al desarrollo para disuadir la migración suele ser reducida.
No obstante, se ignora que el desarrollo de un país puede producirse por muchas vías y puede incidir de distintas formas en las intenciones de emigrar de los ciudadanos y en su capacidad para hacerlo. Un aspecto que resulta particularmente importante es la tasa de urbanización y la medida en que esta se basa en la migración de las zonas rurales a las urbanas. Otro es la medida en que los esfuerzos se orientan hacia la creación de empleo para quienes están muy dispuestos a trasladarse.
La migración a zonas urbanas como precursora de la migración internacional
Nuevas investigaciones (i) ponen de relieve el papel de la migración de zonas rurales a urbanas como posible motor de la emigración internacional. Según los datos sobre 21 países de África subsahariana, las personas que migraron a las zonas urbanas son, en promedio, las más propensas a migrar internacionalmente, seguidas de las personas que migraron a zonas rurales, las que viven en zonas urbanas y no se han desplazado internamente, y, por último, los habitantes de zonas rurales que no se han desplazado internamente.
La interpretación es que los migrantes internos tienen costos de migración internacional (tanto monetarios como no monetarios) más bajos y acumulan recursos y experiencia que ayudan a superar las limitaciones relacionadas con la migración internacional. Un factor importante es que después de la migración inicial los vínculos sociales con los lugares de origen se debilitan, lo que facilita la decisión de volver a trasladarse, ya sea interna o internacionalmente. En este contexto, la migración urbana contribuye a facilitar la migración internacional.
Las inversiones en las zonas rurales y sus alrededores marcan la diferencia
El desplazamiento de la mano de obra de la agricultura y las zonas rurales a sectores urbanos y no alimentarios constituye una de las transformaciones estructurales que los países pobres experimentan a medida que se desarrollan. Refleja la disminución de la proporción del gasto de los hogares en alimentos a medida que aumentan los ingresos (el gasto absoluto en alimentos sigue aumentando). El desafío para los responsables de formular políticas es hacer que la migración urbana sea una elección y no una necesidad (i).
Para ello, es necesario ofrecer a los posibles migrantes de zonas rurales a urbanas opciones de ingresos atractivas en el lugar donde viven, dentro y fuera de las explotaciones agrícolas de los pueblos cercanos. Las investigaciones (i) indican sistemáticamente que la ayuda destinada al desarrollo rural reduce la emigración desde los países receptores de ayuda, lo que no sucede en el caso de la ayuda destinada a las zonas urbanas. Llevando los resultados al extremo, si se suministra un 1 % adicional del PIB del país receptor en forma de ayuda para el desarrollo rural, se reduce la magnitud de la emigración en casi un punto porcentual (del 4,3% en promedio al 3,4%). En la práctica, la proporción de la ayuda destinada al desarrollo rural ha sido varias veces menor. Sin embargo, la falta de inversión por parte de los Gobiernos (PDF, en inglés) en la agricultura y el desarrollo rural, sobre todo en África, también ha sido ampliamente documentada, lo que indica que existe un amplio margen de expansión.
Por lo tanto, la inversión que los Gobiernos locales y sus asociados internacionales realizan actualmente en los territorios rurales, sus pueblos y las zonas aledañas resulta beneficiosa para todas las partes involucradas: proporciona una vía de desarrollo que saca a las personas de la pobreza (i) más rápidamente y reduce los movimientos migratorios que responden más a la necesidad que al deseo. Muchas de estas inversiones también se realizan en el sistema alimentario, dentro y fuera de las explotaciones agrícolas, lo que resulta sumamente necesario para abordar la inseguridad alimentaria a nivel mundial. La focalización cuidadosa (i) en determinadas zonas y en personas que son altamente propensas a trasladarse puede aumentar aún más la eficacia para reducir la migración irregular.
Una migración más ordenada y acorde a las necesidades es posible
Por lo tanto, prestar más atención a las zonas rurales en la política de desarrollo constituye una gran oportunidad para acelerar la reducción de la pobreza, aumentar la seguridad alimentaria y reducir las presiones migratorias. Al mismo tiempo, la bifurcación demográfica mundial (una población joven en el sur y una población que envejece en el norte) implica que la migración continuará y que también será muy necesaria en la medida en que haya muchas vacantes que cubrir en los países de destino, en las áreas de agricultura, construcción y cuidados, pero también para perfiles más calificados. La creación de oportunidades económicas en los países de origen, incluso en las zonas rurales, favorecerá una migración basada más en los deseos que en las necesidades existenciales. Complementar esta medida con vías legales más eficaces (video, en inglés) para satisfacer el exceso de demanda de mano de obra en los países de destino ayudará aún más a lograr que la migración sea ordenada y responda a las habilidades que se necesitan. En conjunto, el enfoque tiene un gran potencial para beneficiar a todas las partes involucradas.