Nuevos imperativos para las cadenas globales de valor: una oportunidad para el desarrollo productivo sostenible de la región
¿Estamos ante el fin de las cadenas globales de valor (CGV)? Esta pregunta, motivada por el auge del nacionalismo y el proteccionismo en los países centrales, aparece con cada vez más frecuencia en el ámbito académico y de la política pública, y es particularmente relevante para las políticas de desarrollo productivo. Si las estrategias de desarrollo de los países fueron pensadas para funcionar en un mundo hiper globalizado, ¿qué pasa cuando esa globalización comienza a dar señales de debilitamiento?
El modelo de CGV inicia su fase de consolidación hacia la década de los 90, de la mano de la caída en los costos de transporte y la masificación de las tecnologías de la información y comunicación (TIC). En una economía global comprometida con el libre comercio, las empresas multinacionales fragmentaron geográficamente sus procesos productivos siguiendo un criterio de eficiencia, localizando sus “eslabones” productivos allí donde resultara más conveniente.
Un nuevo modelo para las cadenas globales de valor
Recientemente, ante el incremento de la frecuencia y magnitud de diferentes tipos de shocks afectando a las CGV, en coincidencia con una mayor preocupación por sus efectos sociales y medioambientales, el modelo orientado a la eficiencia se vio forzado a cambiar. Hoy las CGV enfrentan un nuevo modelo de operación, atravesado por un triple imperativo de eficiencia, resiliencia y sostenibilidad.
El imperativo de resiliencia subyace a muchas de las nuevas palabras que han aparecido en la jerga del desarrollo productivo: reshoring, nearshoring, friendshoring, entre otras. Se trata de etiquetas que aluden a estrategias de “achicamiento” de cadenas en cuanto a su dispersión geográfica para reducir su exposición a shocks. Estas tendencias son complementadas por estrategias como la digitalización de la cadena de suministro, la estandarización de las características de los insumos y la diversificación la cartera de proveedores.
Por su parte, el imperativo de sostenibilidad responde a nuevos compromisos (explícitos e implícitos) a los cuales las empresas deben hacer frente: los acuerdos por el cambio climático y la mayor conciencia ambiental de los consumidores han llevado a las empresas a establecer agendas concretas en materia ambiental. Este imperativo incluye también al entorno social, donde los empleos inclusivos y de calidad son hoy un compromiso asumido por diversas compañías.
En nuestra más reciente publicación sostenemos que, lejos de ser un modelo agotado, las CGV siguen siendo un marco propicio para que las empresas de la región resuelvan sus problemas de productividad. El gran desafío para los países es aprovechar las oportunidades que ofrecen los nuevos imperativos para participar de manera eficiente, resiliente y sostenible en esta nueva fase de las CGV.
Nuevos imperativos, nuevas oportunidades
Frente a este nuevo escenario, ¿en qué cambian las Políticas de Desarrollo Productivo? Dado que para las CGV la eficiencia ya no lo es todo, la productividad ya no puede ser un objetivo aislado de política. Las PDP deben modernizarse y estar alineadas con los nuevos imperativos. De ahora en más, debemos hablar de Políticas de Desarrollo Productivo Sostenible.
Redimensionar el desarrollo productivo vuelve más compleja la tarea de los hacedores de política, que deberán ser más cuidadosos de los efectos de segundo orden de sus acciones. Esto implica, por ejemplo, diseñar soluciones de salida para los trabajadores potencialmente desplazados por la adopción de nuevas tecnologías. En última instancia, estas acciones vienen a “cerrar el ciclo” de la productividad, permitiendo la asignación eficiente (desde el punto de vista social) de los distintos factores de la economía.
Es decir, la esencia de las PDPS es la misma que ha venido guiando los proyectos del BID, solo que atendiendo a las imposiciones del nuevo contexto reinante: detectar fallas (de mercado o gobierno) y proponer acciones acordes a la naturaleza de estos problemas y a las capacidades vigentes para su implementación. Dada la naturaleza cambiante del entorno, será muy importante diseñar e implementar políticas flexibles, que tengan como subproducto asociado al aprendizaje y la generación constante de nuevas capacidades en el sector público. Por su parte, los problemas de coordinación se vuelven crecientemente desafiantes, al incorporarse sistemáticamente nuevas voces a la agenda del desarrollo sostenible.
Los hacedores de política deberán decidir sobre qué descartar, qué mantener, y qué agregar en sus estrategias de desarrollo, y ponerlas en favor de las oportunidades que el nuevo entorno puede ofrecer a la región. El triple imperativo influye directamente sobre la forma de las cadenas: aparecen nuevas actividades, e incluso nuevas cadenas, en las cuales nuestros países tienen la oportunidad de destacarse. Por ejemplo, en relación con la agenda de descarbonización, Argentina, Bolivia, Chile y Perú tienen potencial para ocupar posiciones de liderazgo en las verticales de litio y la del hidrógeno verde.
A partir de las lecciones aprendidas de la experiencia del BID en la materia, esta publicación propone un marco de intervención de PDPS para afrontar los desafíos y oportunidades que ofrece el nuevo entorno. Creemos que estas herramientas están al alcance de los países de América Latina y el Caribe y que son fundamentales para navegar exitosamente el desafiante contexto económico global.
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